La aplicación del pensamiento complejo a la realidad de Ceuta




Escuchando y leyendo las manifestaciones de la mayor parte de los agentes sociales y políticos de nuestra ciudad, uno no puede más que concluir que Ceuta está gravemente afectada por lo que el gran pensador Edgar Morin denomina “la patología contemporánea del pensamiento” cuyo principal síntoma es “la hipersimplificación que ciega a la complejidad de lo real”. Este pensamiento mutilante lleva, según comenta el psicólogo clínico André Sassenfield, “a la implementación de acciones y estrategias parciales, incapaces de resolver las problemáticas existentes”.


En el volumen que cierra la monumental obra de Edgar Morin que lleva por título “El Método”, -dedicado en esta última y definitiva ocasión a la ética-, este lúcido intelectual hace un llamamiento a la necesidad de “trabajar por el bien pensar”, es decir, pensar de manera compleja. Este “bien pensar”, por el que aboga Edgar Morin, se contrapone al “mal pensar”, tan habitual en la sociedad actual y de manera notoria en nuestra ciudad. Algunas características de este mal pensar es que “parcela y tabica los conocimientos; no ve más que lo inmediato, olvida el pasado, no ve más que un futuro a corto plazo; ignora la relación recursiva pasado/presente/futuro; pierde lo esencial por lo urgente y olvida la urgencia de lo esencial; mutila la comprensión y dificulta los diagnósticos; y tiende a ignorar los contextos”. Por el contrario, y refiriéndonos concretamente a este último punto, “el bien pensar”, efectúa sus diagnósticos teniendo en cuenta el contexto y la relación local-global. Veamos este punto con más detalle. 


En Ceuta, quizá debido a nuestro aislamiento geográfico respecto al resto de España, solemos identificar y analizar los problemas que afectan a nuestra ciudad como si fueran únicos y exclusivos de esta pequeña y estrecha península unida al continente africano. Tendemos, sin tener clara conciencia de este hecho, al aldeanismo o provincianismo. Llevados por este “mal pensar” y este huir del pensamiento complejo, pasamos por alto que nuestros problemas se dan con características similares en otros lugares de España, Europa y el mundo. Debido a ello, nuestro pensamiento se muestra incapaz de entender nuestros problemas, relativizarlos y aprender de las soluciones que se están arbitrando en otros lugares para resolverlos. Al pensar que se trata de problemas locales, muchos caen en el error de buscar las soluciones en el mismo plano local, lo que impide comprender que hay determinadas situaciones que escapan a la capacidad de nuestro gobierno para resolverlos, ya que su solución depende un cambio profundo de los mecanismos que rigen la sociedad actual. 


Para ilustrar lo que venimos diciendo, pongamos como ejemplo la situación de inseguridad que se vive en la barriada del Príncipe Alfonso. Si uno escucha a nuestros representantes políticos puede llegar a la conclusión de que lo que ocurre en este populoso barrio ceutí es algo singular en el contexto español y europeo. Sin embargo, es todo lo contrario. Tal y como narra el periodista del New York Times Chistopher Caldwell, en su libro “La revolución europea. Cómo el Islam ha cambiado el viejo continente” (Editorial Debate, 2010) (de lectura recomendada), son cada vez más abundantes en Europa lo que el autor denomina “colonias étnicas” y “zonas sin ley”. Como ejemplo cita los hechos que tuvieron lugar en el barrio de Tensta (Estocolmo, Suecia), donde las autoridades tuvieron que interrumpir el servicio de autobuses debido a las agresiones sufridas por los pasajeros o los ataques a bomberos y ambulancias en la ciudad también sueca de Malmö. Francia, es el país donde los problemas de orden público en las barriadas de mayoría musulmana han alcanzado niveles más virulentos. Según cuenta Caldwell, en este libro ampliamente documentado y riguroso, en Francia abundan zonas “a las que la policía no está dispuesta a ir, más por renuencia a provocar altercados que por miedo o indiferencia”. En estos barrios franceses, “los jóvenes locales organizaron grupos informales de vigilancia del barrio a la inversa, no para advertir a la policía de la presencia de delincuentes activos, sino para avisar a los delincuentes de que se acercaba la policía”. 


Chistopher Caldwell recoge las declaraciones del magistrado liberal Jean de Maillard, -en las que analiza los graves disturbios que tuvieron lugar en ciertas banlieues en 2007-, en las que advierte  que estos barrios “se habían convertido en zones de non-droit no porque la policía se viese sobrepasada, sino porque los residentes se oponían a cualquier acción policial, por leve que fuese”. Merece la pena reproducir de manera integra un apartado de las declaraciones de este magistrado francés a propósito de la presencia de la policía en estos barrios: “ No puede injertarse un policia local en una sociedad tan enferma y tan rota, cuyos miembros se hallan en rebelión abierta contra la sociedad. La policía es un medio, no un fin…La policía ya no se considera legítima en esas banlieues, y ya no puede ejercer el más mínimo control sin provocar un minidisturbio y, obviamente, ser acusada de racismo”. También recoge la obra de Caldwelll las declaraciones de un líder sindical de la policía francesa sobre los disturbios en la Gare du Nord: “desde el momento en que unos policías o agentes paran a alguien, la muchedumbre no intenta entender lo que pasa: arremete contra el uniforme”. 


Estas son algunas de las noticias y comentarios que ha incluido el periodista británico Chistopher Caldwell en la obra de la que venimos comentando. La interpretación de estos hechos resulta igualmente interesante, aunque discutible, -como cualquier opinión fundamentada-, a partir de otras lecturas y argumentos igualmente frutos del ejercicio de la razón. Una de las conclusiones a las que llega Caldwell es que “cuando las comunidades minoritarias se enrocan en islas étnicas, el proceso es difícil de invertir, aunque la población mayoritaria tenga voluntad y dinero para hacerlo (que rara vez es el caso)”. Resulta también interesante el cuestionamiento de “la premisa de que la violencia étnica siempre es resultado de la injusticia social o el racismo nativo”. Esto lleva a explicar los disturbios como resultantes de algún error de conducta de la sociedad mayoritaria y a exculpar a los alborotadores, que pasan a ser considerados inocentes víctimas del sistema. 


El trabajo de Caldwell sobre la incidencia de la inmigración en Europa permite comprender y contextualizar los problemas de integración y orden público que tienen lugar en determinadas barriadas de Ceuta. Constituye un buen antídoto contra la hipersimplificación que hacen nuestras autoridades y representantes políticos en torno una realidad compleja y multidimensional como la que caracteriza a nuestra ciudad. Si no somos capaces de huir de este pensamiento amputado nos alejaremos cada día más de encontrar una estrategia para salir de la situación creada por tantos años de provincianismo y falta de percepción de la realidad, por un lado; y de victimismo y falta de autocrítica, por el otro. 


La simplificación de la realidad puede que le resulte rentable a la clase política a corto plazo, con vistas a aumentar sus expectativas electorales, pero producen, como nos advierten Edgar Morin, histerias colectivas y graves degradaciones éticas, particularmente en caso de crisis como la que estamos sufriendo en estos tiempos. Debemos huir del maniqueísmo que algunos emplean a la hora de referirse a los problemas que acontecen en nuestra propia ciudad. 


Señalar, aunque sea veladamente, a una parte de la sociedad ceutí como responsable de los problemas socioeconómicos de la otra es un acto irresponsable y carente del más elemental sentido de ética.



FUENTE: ELFARODIGITAL











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