Consecuencias psicológicas del trabajo precario


Tener trabajo tiene consecuencias beneficiosas para nuestra calidad de vida y para nuestra salud mental. Pero, naturalmente, no vale cualquier tipo de ocupación laboral. La precariedad laboral ha sido y es una situación de inseguridad, incertidumbre, desamparo y falta de garantías en las condiciones de trabajo que generan un gran perjuicio a las personas que la padecen. El aumento de trastornos de ansiedad y depresión, como ocurre en muchas personas que están desempleadas y con escasas expectativas de encontrar un trabajo digno, son problemas que se instalan con facilidad en la vida de la persona y de su familia. Existen datos, como los proporcionados por recientes estudios publicados en la  revista Psychological Medicine, de la Universidad de Cambridge, que infieren que la precariedad en el trabajo supone una serie de alteraciones en el funcionamiento cognitivo y emocional de la persona afecta de consecuencias demoledoras. Precariedad laboral y desempleo comparten no sólo una dimensión económica en cuanto aspecto de gran relevancia e impacto negativo en la situación personal y social, sino que, además consolida un estatus subordinado repleto de percepciones negativas de sí mismo y de profundos sentimientos de culpa. Como las situaciones de desempleo, la precariedad laboral genera dificultades familiares, discontinuidad y restricción en las relaciones sociales, desestructuración del tiempo y unos sentimientos de vulnerabilidad que pueden llegar a ser incapacitantes. 

La inseguridad en el empleo, tener un contrato temporal o trabajar sin contrato son tres características básicas de la precariedad laboral. Pero esta precariedad también se caracteriza  por la “falta de derechos” y porque los trabajadores se ven incapaces de ejercerlos por culpa de la inestabilidad e indefensión en la que se encuentran. Esta situación de malvivir es responsable de experiencias dramáticas de incertidumbre y de deterioro psicológico.
Cuando uno no sabe si cobrará la mensualidad, si mañana dejará de trabajar, si tememos que nos encomienden tareas más penosas; pero sobre todo, cuando uno sabe que cobrará, que mañana trabajará y que realizará el mismo trabajo que hoy pero aun así, será incapaz de hacer frente a sus necesidades básicas, el impacto que le produce esta situación de ansiedad, que se agrava con sentimientos de injusticia y resentimiento hacia la sociedad. Otra de las consecuencias psicológicas más habituales de la precariedad laboral es la pérdida de identidad. Trabajar para salir del paso, variar constantemente de ocupación son impedimentos poderosos para el desarrollo de una identidad laboral estable y, en consecuencia, sufrir mucha inestabilidad en el bienestar psicológico, con deterioro generalizado de la salud. 

Cierto que la precariedad laboral puede ser evaluada como una característica subjetiva del propio trabajador, cuando valora sus situación laboral en relación a sus criterios compensatorios, respecto de sus experiencias pasadas y expectativas de futuro. Pero, por lo general, los efectos psicológicos más perjudiciales y prolongados en el tiempo se producen en los colectivos de riesgo, como las mujeres debido a su discriminación en relación a los hombres, los jóvenes, los mayores de 45 años, los inmigrantes, los discapacitados y , en general, las personas con escasa formación especializada.




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